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COLECCIÓN SEDICIONES

"Túnez, la Revolución"

Crónicas de:

José Daniel Fierro / Alma Allende (Santiago Alba Rico)

Nº de páginas: 230
PVP: 15 €

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INTRODUCCIÓN:  Y de pronto, la revolución
Santiago Alba Rico

En 1999 dos perros se cruzan en la frontera. Uno, argelino, flaco, desfallecido, cojo y roído por las pulgas, trata de entrar en Túnez; el otro, tunecino, lustroso, bien alimentado, limpio, saludable, trata por su parte de entrar en Argelia. El tunecino está perplejo: “¿por qué quieres entrar en mi país”, pregunta. El argelino responde: “porque quiero comer”. E inmediatamente añade, aún más perplejo que su compañero: “Lo que no entiendo es por qué quieres entrar tú en Argelia”. El tunecino entonces contesta: “porque quiero... ladrar”.
En 1999, cuando se contaba este chiste en los medios intelectuales, Túnez estaba amordazado, pero a cambio disfrutaba –se repetía– de una situación económica incomparablemente mejor que el resto del mundo árabe. Con un crecimiento medio del 5% durante la década pasada, el FMI ponía al país como ejemplo de las ventajas de una economía liberada de las trabas proteccionistas y en el año 2007 el Foro Económico Mundial para África lo declaraba “el más competitivo” del continente, por encima de Sudáfrica. “Kulu shai behi”, todo va bien, repetía la propaganda del régimen en vallas publicitarias, editoriales de prensa y debates coreográficos en la televisión. Mientras el gobierno vendía hasta 204 empresas del robusto sector público creado por Habib Bourguiba, el dictador ilustrado y socialista, se multiplicaba el número de 4x4 en las calles, se construían en la capital barrios enteros para los negocios y le loisir y hasta 7 millones de turistas acudían todos los años a disfrutar de la cada vez más sofisticada y sólida infraestructura hotelera del país. En el 2001, cuando se abrió el primer Carrefour, símbolo y anuncio del ingreso en la civilización, algunos podían hacerse la ilusión de que Túnez era ya una provincia de Francia. Era un país maravilloso: la luz más limpia y hermosa del mundo, las mejores playas, el desierto más hollywoodesco, la gente más simpática. No se podía hablar ni escribir, es verdad, pero a cambio la gente engordaba y el islamismo reculaba. La UE y Estados Unidos, pero también las agencias de viajes y los medios de comunicación contribuían a alimentar la imagen de un país más europeo que árabe, más occidental que musulmán, más rico que pobre, en transición hacia la felicidad del mercado capitalista. No se podía ni hablar ni escribir, es verdad, y también es verdad que ocupaba el segundo lugar en el ranking mundial de la censura informática, pero el esfuerzo del gobierno merecía una recompensa: Túnez organizó una Copa de África, un Mundial de Balonmano y en 2005 una insólita Cumbre de la Información durante la que se ocultó al mundo una huelga de hambre de jueces y abogados y se detuvo a periodistas y blogueros.
A poco que alguien se hubiese molestado en rascar bajo esa superficie bien barnizada habría descubierto una realidad bien distinta. Nadie o casi nadie lo hizo. De enero a junio de ese año, por ejemplo, El País publicó 618 noticias relacionadas con Cuba, donde no pasaba nada, y 199 sobre Túnez, todas sobre el turismo o el mundial de balonmano; El Mundo, en esas mismas fechas, registró 5162 entradas sobre Cuba, país donde no pasaba nada, y sólo 658 sobre Túnez, casi todas sobre el mundial de balonmano; y ABC tendió 400 veces la mirada hacia Cuba, país donde no pasaba nada, mientras sólo mencionaba a Túnez 99 veces, 55 de ellas en relación con el mundial de balonmano. El 10 de marzo de ese mismo año una rápida búsqueda en Google entregaba 750 enlaces sobre el reparto del gobierno cubano de las famosas ollas arroceras y sólo tres (dos de Amnistía Internacional) sobre la huelga de hambre y la tortura a presos en Túnez.
Pero lo cierto es que Carrefour y los humvee –y la vida nocturna en Gammarth– ocultaba no sólo la normal represión ejercida por Ben Alí desde 1987, año del golpe palaciego o del Gran Cambio, sino también la desaparición de una clase media que había comenzado a formarse en los años 60 y había sobrevivido a la crisis de finales de los 80. Unos pocos entraban en el Carrefour y otros muchos salían del país: hasta un millón de jóvenes tunecinos –sobre una población de 10 millones– viven fuera, sobre todo en Francia, Italia y Alemania. Mientras una minoría dejaba el francés por el inglés y despreciaba, por supuesto, el dialecto tunecino, la estructura educativa heredada del régimen anterior, relativamente solvente, se degradaba de tal modo que el último informe PISA relegaba a Túnez a uno de los últimos diez lugares de la lista de la OCDE. Mientras veinte familias disfrutaban del ocio en los Alpes o en París, el paro aumentaba hasta alcanzar el 18%, el 36 entre los más jóvenes: entre los diplomados y licenciados pasaba de un 0,7% en 1984 a un 4% en 1997 para dispararse a un 20% en 2010. En el espejo del Carrefour –en medio de la publicidad atmosférica que invitaba a un consumo inaccesible–, los jóvenes de los banlieu de la capital y de las regiones del centro y sur del país parecían conformarse con poder disfrutar de ese reflejo.
¿Quién se beneficiaba de este crecimiento bendecido por el FMI y por las instituciones europeas? Básicamente una sola familia, extensa y tentacular, a la que los despachos de la embajada estadounidenses filtrados por wikileaks describen como un “clan mafioso”. Se trata de la familia de Leyla Trabelsi, la segunda esposa del dictador, hasta tal punto dueña del país que muchos se referían a Túnez (la Tunisie) como La Trabelsie. Ben Alí y su familia política se habían apoderado, mediante privatizaciones opacas, de toda la actividad económica de la nación, convirtiendo el Estado en el instrumento de un capitalismo mafioso y primitivo o, mejor, de un feudalismo parasitario del capitalismo internacional. La lista de sectores saqueados por el clan resulta apenas creíble: la banca, la industria, la distribución de automóviles, los medios de comunicación, la telefonía móvil, los transportes, las compañías aéreas, la construcción, las cadenas de supermercados, la enseñanza privada, la pesca, las bebidas alcohólicas y hasta el mercado de ropa usada. No puede extrañar que, durante las revueltas de estos días, se hayan asaltado tantos comercios, empresas y bancos; se ha hablado de “vandalismo”, pero se trataba también de un vandalismo certero o, en cualquier caso, de un vandalismo que, incluso cuando se desencadenaba al azar, inevitablemente acertaba: golpease donde golpease, golpeaba sin duda una propiedad de los Trabelsi.
En este cuadro de represión y apropiación, había que tender el oído para escuchar el ruido de la marea ascendente. Pocos lo hicieron, ni siquiera cuando en enero de 2008, en Redeyef, cerca de Gafsa, en las minas de fosfatos, otro incidente menor –una protesta por un acto de nepotismo– puso en pie de guerra a toda la población. Durante meses se prolongaron las huelgas, hubo cuatro muertos, doscientos detenidos, juicios sumarísimos con penas escalofriantes. Mientras Redeyef permaneció sitiado por la policía, sólo periodistas y sindicalistas tunecinos trataron de romper el bloqueo policial e informativo. En Europa, la Trabelsia seguía siendo bella, tranquila, segura para los negocios y la geopolítica. Tan solo un periodista italiano, Gabriele del Grande, se atrevió a entrar clandestinamente en el corazón de las protestas y sacar información antes de ser detenido por la policía y expulsado del país. Su reportaje comienza así: “Sindicalistas detenidos y torturados. Manifestantes asesinados por la policía. Periodistas encarcelados y una potente máquina de censura para evitar que la protesta se extienda. No es una clase de historia sobre el fascismo, sino la crónica de los últimos diez meses en Túnez. Una crónica que no deja lugar a dudas sobre la naturaleza del régimen de Zayn al Abidin Ben Alí –en el gobierno desde 1987–. Una crónica que revela el lado oscuro de un país que recibe millones de turistas todos los años y del que escapan miles de emigrantes también todos los años”. En un libro posterior, Il mare di mezzo, del Grande describe en detalle la maquinaria del terror tunecino, con las cárceles secretas en las que desaparecían no sólo los opositores nacionales sino también los emigrantes argelinos, secuestrados en el mar por las patrulleras locales –policías de Europa– para ser arrojados luego en el abismo. Nadie dijo nada. Era mucho más importante sostener al dictador; Ben Alí y las potencias occidentales compartían no sólo intereses económicos y políticos sino también el mismo desprecio radical por el pueblo tunecino y sus padecimientos.
Pero el 17 de diciembre una chispa iluminó de pronto el monstruo y reveló asimismo, como explica el sociólogo Sadri Khiari, que “no hay servidumbre voluntaria sino sólo la espera paciente del momento de la eclosión”. El gesto de desesperación de Mohamed Bouazizi, joven vendedor ambulante, puso en marcha un pueblo del que nadie esperaba nada, que los otros árabes despreciaban y que Europa consideraba dócil, cobarde y adormecido por el fútbol y el Carrefour. Un ciclo lunar después, el 14 de enero pasado, tras cien muertos y decenas de metástasis rebeldes en todo el territorio, la ola rompió en el centro de Túnez y alcanzó su objetivo. Ya no se trataba ni de pan ni de trabajo ni de youtube: “Ben Alí asesino”, “Ben Alí fuera”. La última carga policial, desmintiendo las promesas que había hecho el día anterior el dictador, provocaron aún numerosos muertos y heridos. Pero era muy hermoso, muy hermoso ver a esos jóvenes de los que un mes antes nadie esperaba nada volverse en la calle y retener a la gente que huía para animarla a regresar a la batalla con las estrofas vibrantes del himno nacional: “namutu namutu wa yahi el-watan” (moriremos moriremos para que viva la patria). A última hora de la tarde, apoyado hasta el final por Francia, el dictador huía a Arabia Saudí, dejando a sus espaldas milicias armadas con instrucciones para sembrar el caos.
El peligro no ha pasado, la lucha continúa. Pero ahora hay un pueblo que libra las batallas. “El 14 de enero es nuestro 14 de julio”, repiten los tunecinos. Quizás el de todo el mundo árabe. Jamás el pueblo había derrocado un dictador; y este pueblo inesperado, intruso en la lógica de las revoluciones, este Túnez de jazmines y luz de miel, ahora de dignidad y combate, es el espejo en el que se miran los vecinos, de Marruecos al Yemen, de Argelia a Egipto, hermanos de frustración, infelicidad e ira. No hay que encontrar las causas, siempre dadas, sino el minuto. Y ese minuto es ahora.
 

Comentarios sobre el libro

Túnez, intensamente humano, intensamente hermano

Ramón Pedregal Casanova

Rebelión/Le Monde Diplomatique

02-05-2011

 

Amigo lector, es posible que usted conozca a algún visitante de Túnez que ha ido en uno de tantos viajes de entretenimiento comercial. Hasta ahora las multinacionales promotoras de tales viajes hacían creer que la cartera de algunos ciudadanos occidentales se podía permitir cualquier viajecillo basado en el desconocimiento absoluto de la vida del pueblo tunecino. Ahora, es posible pensar que lo acontecido en Túnez ha cambiado la perspectiva sobre aquél país, el gobierno que tenía, y su pueblo, a muchas de las personas que han ido y pensaban ir del avión al hotel y poco más para volver en avión. Refocilarse en un lujo superficial y a costa de otros hace más inútiles, más cínicos y más insensibles a quienes participan del comercio de la clase enriquecida a costa de ejercer la tiranía sobre el pueblo, a costa de mercadear con las riquezas éste y su fuerza de trabajo. Aún recuerdo un programa de TVE en el que hablaba un director de hotel subrayando la calidez de la atención en aquel recinto subido de lujo occidental, ajeno al mundo exterior; el director del hotel quería dar la impresión de que allí el turista podía ser el rey de todo ¿De qué todo? Seguro que aquella corruptela le valió algún visitante más. ¿Quién será y qué habrá sido de ese personaje tan atildado, si tenemos en cuenta que todos los negocios en Túnez eran de la familia Trablesi, la familia del dictador? ¿Quién viajó hasta Túnez como consecuencia de las palabras de aquél individuo, comerciales, huecas, extrañas a la más pequeña sensibilidad social?

Les invito a conocer Túnez, Túnez del pueblo, Túnez de la revolución, Túnez vivo, digno y en lucha contra la dictadura sostenida por los gobiernos europeos, EEUU e Israel. Les invito a conocer al pueblo de Túnez en lucha por la libertad y la justicia social. Nuestra guía de viaje se titula “Túnez, la Revolución”, sus autores son José Daniel Fierro y Alma Allende (Santiago Alba Rico); el primero es periodista y miembro del Consejo Editorial del diario Rebelión (www.rebelion.org) y, Alma Allende es el seudónimo empleado por Santiago Alba Rico para firmar sus crónicas desde Túnez. Santiago Alba Rico es filósofo y escritor que no deja de reflexionar sobre la realidad en que vivimos, y apuntar caminos que ponen en alto la conciencia social; le doy aquí algunos de sus últimos títulos publicados: “Vendrá la realidad y nos encontrará dormidos. Partes de guerra y prosas de resistencia” (Editorial Hiru), “Leer con niños” (Editorial Caballo de Troya), “Capitalismo y nihilismo” (Editorial Akal), “Noticias” (Caballo de Troya).

La “guía de viaje”, “Túnez en Revolución” nos pone en el día en que el joven Mohamed Bouazizi se prendió fuego, en protesta por el trato y las condiciones de vida miserable a las que el régimen sometía al pueblo trabajador. Después nos adentramos en las movilizaciones, desde el 16 de enero hasta el 3 de marzo, fecha en la que se consigue la reivindicación que en la lucha fue haciéndose núcleo principal de las protestas: la Asamblea Constituyente y la convocatoria de elecciones.

El tirano Ben Alí con su clan familiar, asimilado al capitalismo europeo y estadounidense ejercía su dominio desde una posición feudal por las armas suministradas por tales aliados, entre ellos el gobierno español. La alegría que les causaba la explotación en Túnez dio lugar a que su Fondo Monetario Internacional (FMI) declarara al país ejemplo de economía capitalista, y por eso mismo el Foro Económico Mundial para África lo elogiaba como el más competitivo “del continente”. El gobierno dictatorial envuelto en el celofán del capitalismo fue presentado por sus padrinos muy poco antes del levantamiento popular con varios premios: la Copa de África, el Mundial de Balonmano, y una Cumbre de la Información; cualquiera de ellos y todos a la vez eran una burla, un sarcasmo, un desprecio absoluto por la verdad y la justicia, es curioso que todo esa gala la publiciten sus protectores en medio de la prohibición de toda información, ni hablada ni escribita, hasta ser declarado el 2º país del mundo con mayor censura informática. Y, por ejemplo, ¿los periódicos españoles hablaban de ello?.

Una gota puede desbordar el baso, y esa gota lo desbordó cuando a Mohamed Bouazizi, un joven ejemplo de los jóvenes de Túnez por su condición de parado, la policía le robó su carrito de verduras con cuya venta llevaba algún dinero a su familia, después le abofetearían humillándole todavía más. Sumido en la desesperación y la impotencia, desde la absoluta miseria, se prendió fuego. Los crímenes del régimen, con el grito de Mohamed Bouazizi, se verían enfrentados por la población.

“El 17 de diciembre –nos dice Santiago Alba Rico en la Introducción- una chispa iluminó de pronto el monstruo y reveló asimismo, como explica el sociólogo Sadri Khiarique, “no hay servidumbre voluntaria sino solo la espera paciente del momento de la eclosión”. Para entonces, policías y militares ya habían asesinado a 100 personas en todo el país.

Se abre la que hemos denominado “guía de viaje” con las “Crónicas de José Daniel Fierro”; primera fecha, 16 de enero. La revolución está en marcha y Ben Alí ha escapado de Túnez. Hasta el último momento los capitalistas europeos y estadounidenses con sus jefes de gobierno le mandaban su apoyo públicamente, le llegaron a ofrecer fuerzas de policía y militares. Más allá de los gobiernos, una ministra francesa hizo un viaje particular para ver la manera de proteger sus negocios. Teniendo perdida la batalla, la misma policía se echó a la calle a saquear establecimientos. El pueblo de Túnez se enfrentaba a su verdugo, y como nos dice José Daniel fierro: “Occidente, mientras tanto, guarda silencio”.

Las sucesivas crónicas de José Daniel Fierro, tituladas “Reflexiones sobre la memoria”; “…sobre el compromiso”; “…sobre la barbarie”; “…sobre la esperanza”; “…sobre el valor”; “… sobre la higiene (democrática)”; “… sobre el orgullo”; “…sobre la perspectiva “; y “…sobre la camaradería”, recogen lo esencial, por cada uno de estos conceptos, de lo acontecido y las ideas expresadas por los revolucionarios y su pueblo en esos días. El nombre de Mohamed Bouazizi se pronuncia con fervor, y en el aeropuerto de la capital arrancan y destrozan el del dictador, que lo titulaba, y ponen el de ese muchacho que con su vida impulsó la conciencia social. “La memoria es la inteligencia de los pueblos que recuerdan de dónde vienen y saben a dónde se dirigen”, nos dice el autor.

Luego nos mostrará escenas en las que el control de la situación lo tienen “jóvenes, adultos y ancianos” en las calles y los barrios formando “milicias populares”, y es la policía la que obedece. Nos pondrá al corriente del asesinato del foto-reportero franco-alemán Lucas Mebrouc, al que un policía le disparó a bocajarro una granada lacrimógena. Su muerte ha sido precedida por múltiples castigos de torturas y cárcel por “asociación criminal” a periodistas tunecinos que escribían sobre lo que venía aconteciendo desde hace años. Por otro lado, aún en esos primeros días de la revolución, la televisión seguía emitiendo fútbol y programas basura.

Poco antes, en el 2008, Sarkozy miraba su cuenta corriente y declaraba: “Hoy (en Túnez) progresa el espacio de libertades”. Pero es que Strauss-Kahn, jefe del FMI, socialdemócrata, declaraba sobre el gobierno dictatorial de Túnez: es “un buen ejemplo para los países emergentes”, y consideraba “muy positiva” su política. Strauss-Kahn, socialdemócrata, como el tal Ben-Ali. ¿Conoce usted más socialdemócratas? En Túnez privatizaron la riqueza del Estado, y sumieron a la población en la pobreza, corrompiendo de paso toda la red social.

Con esa historia detrás, en los días de revuelta se corre la voz de la destrucción masiva de documentos por parte de la policía. Los ladrones de siempre sacan el dinero del país; la prensa, dirigida en su intento de distracción, se llena de asuntos morbosos. Mientras, la solidaridad del pueblo tunecino abre espacios inimaginables, las palabras de la madre y el resto de la familia de Bouazizi van de boca en boca: “Estoy orgullosa de lo que hizo. Es bueno saber que mi hijo tuvo un papel en cambiar las cosas” “Rezo para que el pueblo tunecino no pierda esta oportunidad para la revolución. “Todos le tenemos un gran respeto. Es el verdadero líder de nuestra revolución, el héroe de la juventud. Se sacrificó por sus derechos y por los de los demás”.

Terminadas las crónicas de José Daniel Fierro vienen al lector las de Alma Allende-Santiago Alba Rico, haciendo una aclaración previa, Alma es el acrónimo de Alba Martínez, que escribió la primera de las crónicas, y Santiago Alba lo mantuvo “para seguir cubriendo la revolución tunecina desde otro cuerpo”.

Santiago Alba Rico comienza el 13 de enero a mostrarnos al pueblo superando obstáculos, sus conquistas sobre los gobiernos reaccionarios que se suceden, el desgaste que deja ver la falta de organización política en el campo revolucionario, los pasos atrás por las presiones y componendas de los reaccionarios burgueses, la situación en el conjunto del país, donde el drama del pueblo trabajador, minero-campesino, es insoportable, generalizadas el hambre y las enfermedades, como el cáncer producido por los fosfatos, y el otro cáncer, el del paro, y, sin embargo, brilla con luz propia la labor desarrollada en ciudades como Redeyef por la organización social y política de los trabajadores. La crónica de cada uno de los días –del 13 de enero al 6 de febrero, y luego el paso rápido por los últimos días hasta el 3 de marzo- es una síntesis de esos conocimientos políticos, tácticos y estratégicos: 13 de enero. Todo se precipita. Día 14 de enero. Las fotos de Ben Alí arden por toda la ciudad. 15 de enero. Huelga general. “Ministerio del Interior, ministerio del terror”. “Moriremos, moriremos para que viva la patria”. Se lucha en todo Túnez. El gobierno de EEUU y los gobiernos europeos están desconcertados. El pueblo tiene grandes esperanzas. La lucha de los trabajadores en todo Túnez hace caer el muro desinformativo. Hay cambios. Pero también empieza el terrorismo policial en la noche, e inmediatamente el pueblo responde con la organización de comités de defensa.

Santiago Alba Rico introduce poco antes de terminar un nuevo factor de reflexión, lo ocurrido en Libia, que por aquellos días se presentaba como otra revolución popular, para entonces ya se había producido el levantamiento en Egipto, y estaba encendida la mecha de Barheim. Transcurrido el tiempo de todos son conocidas algunas cosas más sobre Gadafi, sus torturas y negocios con EEUU, Europa e Israel, pero también las colaboraciones de éstas mismas potencias con la resistencia al régimen: asesores militares, venta de armas, bombardeos a la población, intervención de la CIA, apertura de oficinas diplomáticas del autoproclamado gobierno, y petróleo, venta de petróleo mediante barcos de países interpuestos. La revolución se mueve, la reacción también.

Inmediatamente después se nos comunica la noticia de la creación del gobierno que se ha formado en Túnez -los revolucionarios han hecho caer hasta tres- que anuncia, con la boca pequeña, que la principal reivindicación de los revolucionarios, la convocatoria de una Asamblea Constituyente se va a llevar a cabo, y las elecciones se celebrarán el 24 de julio. El gobierno, muy tibio, ha asumido la reivindicación después de que el pueblo haya vuelto a tomar la Qasba el día 25 de Febrero. La Qasba ha sido el lugar de asentamiento del pueblo de Túnez en lucha contra sus enemigos internos y externos, ha sido el centro en el que se encaramó la revolución empujada desde todas las poblaciones, ha sido el lugar donde estaba ubicada la escuela política para los trabajadores llegados de todo el país, allí es donde se mostraba su resistencia con un alto nivel organizativo, donde se terminó de una vez con la represión policial y desde donde se rechazaron las migajas que los negociadores reformistas y los descendientes del régimen.

No es una revolución “de blogueros y cibernautas” como escribió el reaccionario Bernard Henri-Levy, consejero de guerra de Sarkozy, es una revolución de proletarios y campesinos; “la revolución nace en Sidi Bouzid, el lugar más agrícola, más atrasado, más cerrado, del país. … El primer golpe contra el régimen se propina desde una mentalidad feudal, no desde la marginación del paro urbano más o menos cualificado, como se pretende”, señala a Santiago Alba, Redha, abogado bien conocido por su defensa de los trabajadores en las huelgas desde 1986, año de grandes luchas en las minas de fosfatos. La herramienta cibernética empleada en algunas zonas, ha jugado un papel limitado, han sido los obreros y campesinos quienes echaron a perder las maniobras del gobierno de EEUU, que ha cambiado a su embajador para instalar en Túnez al que estaba en Iraq, echaron a perder las maniobras de los gobiernos europeos, la UE, cuyo portavoz de política exterior, Catherine Ashton, declara entonces que ya se ha puesto de acuerdo con el nuevo ministro de asuntos exteriores del país en revolución, “para asegurar que los intereses fundamentales de Europa y Túnez –la liberalización de la economía y el control de la emigración ilegal- se mantengan a pesar del cambio de gobierno”, y echaron a perder las maniobras de Israel, que ve en la revolución tunecina un desencadenante del apoyo al pueblo palestino y una pérdida de su influencia en la zona; Israel, aunque no disponía de embajada en el país sí tenía oficina comercial y por debajo sostenía con el tirano importantes acuerdos; lo último es que el gobierno sionista ha emprendido una campaña invitando a salir de Túnez a los judíos que allí viven y vayan a instalarse en territorio ocupado por Israel al pueblo palestino. La respuesta por parte de los judíos tunecinos ha sido completamente negativa, afirman querer seguir en su tierra, son tunecinos. Los tres aliados de Ben Alí contaban con las fuerzas represivas del tirano, la burguesía corrupta y el aparato burocrático sindical, y se han visto sorprendidos por el hundimiento tan rápido de sus colaboradores.

Antes de la convocatoria para la Asamblea Constituyente, el horizonte se configuraba entre dudas, un interlocutor de Santiago Alba Rico en la ciudad de Gafsa, a escasos días del final mencionado, le dice: “-Ahora hay un poco más de libertad para expresarse… nos permiten hablar de revolución, pero no hacer la revolución. No hay dictador, pero sí dictadura. … sigue habiendo presos políticos,…”. Redha, el abogado, expone a Alba Rico una metáfora muy inquietante del momento que se vive: “- Yo he visto cambiar de piel a una serpiente. Durante tres días, mientras produce una nueva desde su interior, está desnuda, expuesta a todos los peligros; es vulnerable. Es y no es una serpiente. Debe protegerse del calor y del frío. No puede atacar a nadie; no puede ni siquiera comer. Pero si no se le corta la cabeza en ese momento de debilidad absoluta, ya no hay nada que hacer. La serpiente va recuperando fuerzas poco a poco, se arma de nuevo y recobra su agresividad. Lo que hay ahora mismo en Túnez no es una revolución; es una dictadura que cambia de piel. … La serpiente se rearma muy deprisa. Pero al mismo tiempo no tiene más remedio que hacer concesiones todavía. El gobierno, por ejemplo, se ha visto obligado a firmar dos protocolos internacionales muy importantes: el relativo al Tribunal Penal Internacional y, más importante aún, el Pacto de Derechos Sociales, Económicos y Culturales de la ONU, del que están ausentes casi todas las grandes potencias. Es y no es una serpiente, digo, y que lo sea o no es cuestión de tiempo. Es cuestión del pueblo. … Los intelectuales de izquierdas tienden a representarse un pueblo puro, revolucionario, y a sufrir por eso grandes decepciones. Pero el pueblo no es una construcción intelectual. El pueblo tunecino es como todos los pueblos: está lleno de vicios, defectos, mezquindades y tiene que cargar además con su propia historia reciente. Es rebelde, pero no revolucionario; y por la misma razón que se enciende rápidamente también se someterá enseguida. Nos encontramos, pues, en una encrucijada kafkiana. La serpiente está desnuda y hay que ejercer presión popular, pero esa misma presión popular, sin dirección ni programa, puede abortar la revolución. … El gobierno de Ben Alí, además, implicó a todo el mundo en su corrupción, de los más pequeños a los más grandes, y es con ese material con el que hay que hacer la revolución. No hay otro y de nada sirve engañarse. … Si no le cortamos la cabeza a la serpiente ahora, estamos perdidos. Y la paradoja sin fácil solución es ésta: si la revolución se para volvemos al punto de partida. Pero si no nos paramos para reflexionar y organizarnos, su propio movimiento la hará pedazos. No estamos haciendo la revolución, la estamos sencillamente padeciendo”.

A continuación, Santiago Alba se interna por el país y nos enseña la situación día a día en la que viven los trabajadores, cómo lo explican ellos mismos, cuáles son sus urgencias, cómo han llegado a una sociedad por hacer; nos muestra el territorio y su vivencia, el estado político conquistado o en vías de conquista, una realidad completamente desconocida para los visitantes: Hay ciudades liberadas como Redeyef, allí un dirigente revolucionario comenta: “…estamos tratando de establecer una dirección regional única con otros pueblos de la zona. Pero no hay que olvidar que de nada sirven las negociaciones y acuerdos entre direcciones locales si no se es capaz de convencer y movilizar al pueblo. La revolución está incompleta y sólo podremos completarla combinando organización y movilización”. Hay otras ciudades con una tradición histórica de lucha, como Gafsa, y las hay que viven el momento histórico en la desesperación de su nacimiento organizado, así ocurre en Moulares. La oportunidad para el pueblo trabajador tunecino es única, y, el peligro reaccionario también está latente. Con ésta guía, el lector no dejará de asombrarse, de emocionarse, de reflexionar momento a momento hasta la última frase: “Túnez es ya otro país”, y usted al terminar de leer es ya otra persona.