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COLECCIÓN LAS OTRAS VOCES

25

"La tercera noche de Walpurgis"

Karl Kraus
 

En La tercera noche de Walpurgis, escrita en 1933 (meses después de la llegada al poder de Hitler), Kraus acusa a todos aquellos que, mediante el uso perverso de la palabra, favorecieron la implacable instalación del nazismo en los espíritus alentando y legitimando los horrores del Tercer Reich.

El aterrador pronóstico que del Tercer Reich hace Kraus en La tercera noche de Walpurgis se revela como un vaticinio de lo que habrían de ser los horrores de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Redactada entre mayo y septiembre de 1933, La tercera noche de Walpurgis debió aparecer en la revista Die Fackel (La antorcha) en el otoño de ese mismo año. Pero el escrito permaneció inédito, pues su publicación hubiera podido poner en riesgo vidas humanas, entre ellas las de varios amigos suyos. Por otro lado, quizás tampoco fue para el autor una obra definitivamente acabada, pues Kraus, que había dedicado meses de trabajo a la tentativa de “comprender el suceso y la fuerza que lo mueve”, se fue dando cuenta cada vez más de la dificultad, y acaso la imposibilidad, de dominar la “abundancia de formas de esa tercera noche de Walpurgis” que a diario prometía nuevas y cada vez peores fechorías, y de lograr alguna vez –en la “carrera de la sátira contra el asunto”–, un momento y un punto de vista donde la tentativa desesperada de describir lo indescriptible se hubiese podido detener y concluir. Como ya dijera el propio Kraus en 1932 en su obra Hüben und Drüben, en el caso de que Hitler tomara el poder “se iniciaría una barbarie que, con la pacotilla prescindible de una cultura conspicua, sepultaría todos los valores y hasta la misma vida que los crea”.

Este es un libro denso y laberíntico que trabaja en profundidad los acontecimientos y que recurre tanto a los textos aparecidos en la prensa para denunciar el servilismo de sus “colegas”, como a la literatura y a la poesía para descubrir las responsabilidades de quienes aceptaron, e incluso demandaron, el sacrificio del intelecto para ponerlo al servicio de la propaganda, preparando así abiertamente el terreno para el entierro de la Humanidad, o, en palabras de Kraus, “la experiencia del comienzo del infierno”.

Periodista, escritor, autor de teatro, gran conferenciante y polemista, Karl Kraus es una de las figuras más relevantes de la literatura satírica y crítica en lengua alemana del siglo XX.

Nº de páginas: 360
PVP: 20

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Comentarios sobre la obra

Karl Kraus
"La tercera noche de Walpurgis" (colección Otras Voces)
"Los últimos días de la humanidad"
(colección Skene)

Anunciador de incendios

Iñaki Urdanibia
Gara (Mugalari),
28 enero 2011

Acostumbraba a decir Karl Kraus- periodista, escritor, autor de teatro, gran conferenciante y fogoso polemista- que "muy pocos sabían evitar hablar de él", y terciaba -otro anunciador de desastres- que Kraus era de los que desde luego no merecía el "homenaje del silencio", y es que desde luego apólogos y críticos no le faltaron: el mismo Walter Benjamin se refería a él diciendo que "se combinaban en su persona el niño y el antropófago", Trakl hablaba del vienés como de "un mago colérico, en cuya armadura azul resuena el ruido de la guerra", o Alban Berg que lo catalogaba como "uno de los artistas más grandes de Austria", y así podríamos seguir hasta el infinito ya que el autor de los libros que tengo en las manos era de los que no dejaba indiferente a nadie, y de los que tampoco se cortaba ni un pelo a la hora de referirse a la "Kakania" de la que hablase su colega Robert Musil.

Apocalipsis dos

El sarcasmo y la sangrante ironía que empleaba, en su quehacer, con maestría el autor de Los últimos días de la humanidad -obra ahora recuperada por la editorial hondarribitarra- en la que venía a representar el ensayo general del Apocalipsis que según su visión se avecinaba, y lo hacía en un panfleto de más de mil páginas por medio del más fiel collage, método al que también recurre en el otro libro que se presenta ahora, al igual que el humor nombrado; no hay más que ver los numerosos entrecomillados. Convertido en un inflexible "guardián del lenguaje" Kraus da un repaso al lenguaje, al uso que de él se hace en aquellos oscuros tiempos, y pone el dedo en los giros que dan algunos periódicos y periodistas-cual derviches alocados- ante la voz de su amo, Goebbels. Pasa lista de bandidos, piratas, amalgamadores, panfletistas, y acomodaticios varios, saboteadores de la verdad, que al final, y al principio, y con el fin de quedar bien ante el poder emergente no hacían otra cosa que meterse con otros entre los que como no podía ser de otro modo se contaba él mismo, junto a los Tucholsky, Brecht, etc. Infumables resultan los postulados exculpatorios de los judíos nacional-alemanes que convertían a los verdugos en santos y a las víctimas en culpables de los desmanes pardos.

          El libro que se inicia con un sorprendente "no se me ocurre nada sobre Hitler", para luego largarse trescientas intensas páginas, escrito el mismo año del ascenso de Hitler al poder, se publicó tras su muerte ya que mientras vivió, y viviese el régimen pardo, no quería que se publicase ya que ello podía suponer ciertos disgustos para algunos de los personajes que aparecen nombrados en el libro, con sus nombres reales. La prensa es repasada, aplicando un ceñido análisis textual los escritores y pensadores de la época, y de tiempos anteriores, que pretenden ser utilizados por el nacionalsocialismo (Heidegger, Nietzsche, Spengler, Kant, Benn...) son objeto de su escrutadora mirada, y ésta se detiene en aquellos que usan de la palabra ”cultura” ciñéndola a lo que conviene, al guión que marcan los ministerios de deformación. "El mundo pasa por la criba del lenguaje" afirmaba Kraus y él no rehuye la tarea de estudiar su uso, y su abuso, y hace bueno aquello que él mismo dijese: "yo no domino más que el lenguaje de los otros, el mío hace de mí lo que quiere", y me explico: no habla de lo que hablan los demás sino que lo muestra recurriendo a sus propias palabras, él -por su parte- se expresa laberíntico en sus escarceos interpretativos y críticos. Y a través de este trabajo que nos planta ante los desplazamientos culturales(ensalzamiento de algunos y ninguneo de otros: Wagner versus Offenbach, por ejemplo) de la época, dispara-es un decir- contra la confluencia entre la barbarie que ya rugía y el kitsch, que viene a ser el retrato mínimo del nacionalsocialismo, "un movimiento cuya naturaleza consiste, en la exclusión del resto, de kitsch y sangre" (y tierra, ergo verdugos y víctimas), y el anuncio del incendio- no en seguimiento de la manida ley de Murphy sino en la senda del rey Lear shakespeareano: "no estamos peor mientras podamos decir que algo es lo peor"- es inequívoco ante la subida del tono- palabras y actos- contra los judíos, los bolcheviques…que ya hacían presagiar la certeza de aquello que dijese Heine: se comienza quemando libros y luego se queman hombres.

 
Y dos

            Si la anterior la escribí en visperas de la segunda guerra mundial, la otra la comenzó en 1915. En esta obra que Kraus pensaba que había de ser representada en un teatro de Marte -quizá para que por allá viesen cómo se las gastaban los civiliados humanos-; el empleo de las citas es abundante y significativo, y lo digo ya que muestra cómo "en este Apocalipsis, por llegar, los discursos mas increíbles han sido pronunciados", y precisamente por medio de estas citas que son reales muestra los fantasmas y las larvas que acompañaban a la vieja Europa hacia la catástrofe (y "mientras la vida muere, los asesinos bailan el tango" poetizaba en su juventud). Como señalase Benjamín, con la sagacidad que le caracterizaba, en Kraus confluían el "destructor del mundo fuera de la Historia" y el "eterno salvador del mundo", y ambos se lanzaban amables miradas que hacen que el desbordante texto en animada conversación muestre esta tensión entre la esperanza y la desesperanza.

          En la brillante traducción de Adan Kovacsics -quien ya había hecho la traducción para Tusquets en la edición de 1991- se presenta este canto fúnebre y humorístico que refleja el instinto de muerte hasta el esperpento; un coro de voces que ponen letra al camino al infierno por el que nos conduce el autor, descenso creado por una sociedad alocada y una Dios ausentado que se desentiende de los que los humanos fraguan. Asoma en los presurosos diálogos de la obra el fin de una época y de todas las cándidas esperanzas profetizadas por el credo ilustrado. La crítica sin piedad se dirige a la bestialidad de los combatientes y a quienes se aprovechan de las circunstancias, para hacer su agosto en la retaguardia.

          Una obra compleja, cuyo barroquismo se introduce por las entretelas de la ruina de la cultura, y la decadencia de cualquier valor que se preciase como humano. Quiso la mala suerte que el bueno de Kraus no llegase a conocer en su increíble y real amplitud los desastres que venía anunciando ya que falleció en 1936 atropellado por una bicicleta…este lúcido profeta del Apocalipsis.