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COLECCIÓN BREVESKENE

8

"Una sola noche / Gau bakar bat"

Ixiar Rozas

Edición bilingüe, original en euskara.


Ixiar Rozas (Lasarte-Oria, 1972)
Guionista y periodista, inicia su andadura literaria con la novela Edo zu edo ni. Su novela más reciente, Luego les separa la noche (Erein, 2003) es la traducción que la propia autora ha realizado de Sartu, korrontea dabil (Erein 2002), finalista del Premio Euskadi del mismo año. Su bibliografía abarca diversos géneros: poesía, novela juvenil, cuento y teatro. Es co-creadora e impulsora del proyecto Periferiak.
Gidoigilea eta kazetaria da. Edo zu edo ni du lehenengo literatur- lana. Luego les separa la noche (Erein, 2003) Sartu, korrontea dabil (Erein, 2002) nobelaren itzulpena da, zeina Euskadi Sarien finalista izan zen. Genero desberdinak jorratzen ditu: poesia, gazteentzako nobela, ipuingintza eta antzerkia. Periferiak egitasmoaren sortzailea eta bultzatzailea da.

Una sola noche habla sobre la última noche. Es la unidad de tiempo para un Apocalipsis que se ha hecho cotidiano.
La presidiaria es el centro de esta obra sin centro. Una mujer sola, su carcelera, se ahoga en su vida de silencios y renuncias. La voz insoportable de un periodista redobla el peso de los silencios que él mismo produce, tras la pantalla, a través del hilo del teléfono, frente al rostro contenido de la mujer alguna vez amada. Un pintor se debate entre ausencias que sus dibujos no pueden colmar. Una pareja de mendigos habla, bebe y proyecta proyectos absurdos, ahora que todo tiene que terminar. Un niño sin nombre espera nacer. Y todos andamos, ridículamente, con zapatos naranjas.
Gau bakar bat azken gauean kokatzen da, eguneroko bilakatu den Apokalipsiaren denbora unitate horretan.
Zentrurik gabeko antzerki- lan honen zentrua da presoa. Haren kartzelaria, emakume bakartua, uko- egitez eta isiltasunez beteriko bizitza batean itotzen da. Kazetariaren ahots jasangaitzak biderkatu egiten ditu berak sortutako isiltasunen pisua, pantailaren baitan, telefono- hariaren zehar, behin maitatutako emakumearen aurpegi estuaren aurrean. Margolaria hara hona dabil bere marrazkiek bete ezinezko ausentzien artean. Eskale bikoteak, dena amaitzear dagoenez, egitasmo zentzugabeak asmatzen ditu hitz egin eta edaten duen bitartean. Izenik gabeko umeak jaio nahiko luke. Eta bitartean, denok gabiltza, modu irrigarrian, zapata laranjekin.
Marina Garcés

Nº de páginas: 192
PVP: 10
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Comentarios sobre la obra

La batalla nocturna del querer vivir

Josu Montero - Artez, marzo 2005

La noche abre grietas en la muerte / qué sabemos del miedo y de la libertad / en nuestras camas abandonadas / prófugos de los claroscuros qué sabemos”. La escritora gipuzkoana Ixiar Rozas (Lasarte-Oria, 1972) ha “convertido” en poema su drama “Una sola noche” para el espectáculo de danza-teatro del mismo título de Moaré Danza dirigido por Idoia Zabaleta que se estrenó en Junio en Santiago de Compostela y que pudimos ver el último día de octubre en el bilbaíno Mercado de la Ribera dentro del BAD, el VI Festival de Teatro y Danza de Bilbao. El drama, sin embargo, no se ha estrenado, pero la editorial Hiru, siempre atenta a las nuevas escrituras dramáticas ya sean vascas como de otras latitudes, acaba de editar un volumen en el que recoge tanto la pieza de Rozas en su doble versión euskera-castellano, como esa “versión” poética (“Una sola noche”.Off) para el espectáculo coreográfico. El poema está dividido en tres partes, y los versos con que hemos abierto este artículo son los que inician la segunda. En esta segunda parte podemos leer también textos como: “olfateamos la vida en los agujeros nocturnos”, “y aquí estamos creando vida con nuestras heridas”, “los muros están en todas partes / retales de nuestros miedos”, “los muros ponen toda la vida a trabajar”, “esta vida no tiene sentido pero ese mismo es el eco del sentido”. Este libro cuenta también con un prólogo –“¿Dónde están los gritos?”– a cargo de la joven filósofa catalana Marina Garcés, miembro del colectivo que firmó como Mar Traful un sabroso librito titulado “Por una política nocturna” que hace ya casi dos años publicó la editorial Debate en su colección “Contratiempos. Panfletos de Pensamiento Radical”. Una sola noche. Una política nocturna. La noche. Esa segunda parte del poma de Rozas termina con estos versos: “qué poco necesitamos para enjaularnos y cuánto para liberarnos / membranas en los órganos en los sentimientos en el corazón / ósmosis tetraplejia sentimental / atrévete a levantar los velos / sabotea la vida antes de la masacre / violenta los códigos de acceso / alza los velos y los sueños y los deseos / cuando estén llenos de monstruos / en la última batalla nocturna del querer vivir”.
Asistimos en este drama al transcurrir de una noche, una sola noche, desde el ocaso hasta el alba, la última noche, ya que la catástrofe final se anuncia inminente, el botón ha sido apretado y el fin se acerca sin remisión. En esas horas el miedo que atenaza nuestras existencias toma cuerpo, o quizá se disipa, desaparece. Seis son los personajes de este Apocalipsis; dos sin techo: Riga, la mendiga embarazada, y Rigo, el limpiabotas; una presidiaria y la joven funcionaria de prisiones que la vigila; un pintor, padre de la presidiario, y un periodista, ex marido de la funcionaria. Sin duda el centro de esta trama, y sus personajes más sustanciosos, son la presidiaria –con un pasado velado y sugerido– y su vigilante, sobre todo la primera, quedando los demás un tanto desdibujados en su simbolismo. Como el de la noche de esta obra, nuestro mundo no tiene salvación, parece deciros la autora, pero a diferencia del de la obra, nuestro Apocalipsis se ha hecho cotidiano; no existe lugar alguno en el que resguardarse porque no hay ningún afuera, ninguna posibilidad de quedar al margen. Los muros no sólo rodean la cárcel, están por todas partes, muros interiores y muros exteriores, muros de palabras y muros de silencio, el encierro y la intemperie. Pero como dice Marina Garcés en el prólogo, a partir de la cita de John Berger que abre la obra, entre el rojo del nacimiento y el rojo de la muerte no hay vuelta atrás, no es posible encontrar el camino de regreso, no hay refugio y, sobre todo, no hay vías de salvación personal.
El drama esta preñado de símbolos. El niño sin nombre y sin padre que nace justo al final y con cuyos frágiles lloros se cierra la obra; esa mezcla final de la sangre del nacimiento y la sangre de la muerte que tiñe el agua del aislamiento y de la “felicidad”; las líneas invisibles que la presidiaria dibuja con el dedo índice en la pared; el color naranja de los zapatos de los transeúntes; la dualidad presidiario/funcionaria finalmente rota…
En la situación en que nos coloca este drama no cabe la opción de mirar para otro lado; quien lo hace se está convirtiendo en cómplice de los verdugos. Y es que, como dice la presidiaria, “siempre había un nosotros”; es esa emergencia del nosotros lo que interrumpe la soledad del mundo. Como escribe Marina Garcés: “Al final de la noche un llanto nos saca del engaño, del anhelo de que al menos para ellos la matriz pudiera seguir siendo un refugio. No gritaremos ¡casa! Pero lloramos porque no nos vale ser sombras. Aunque nuestro tiempo sea sólo una noche, no nos conformamos con el papel espectral de los muertos en vida. Otra vez hay que romper el velo de nuestros pulmones y aprender a respirar”.
Una última reflexión. Al hilo de ese desdoblamiento de la obra, a la que nos referíamos más arriba, en drama y en poema, y de la belleza y fuerza dramática de este último, he recordado las palabras que el dramaturgo chileno Marco Antonio de la Parra escribió en su libro “Para un joven dramaturgo. Sobre Creatividad y Dramaturgia”: “El director actual necesita más bien un mensaje del más allá que un texto. Necesita un alma más desamparada que la suya a la cual investir de sus imágenes. Necesita una provocación de sus sueños antes que una instrucción detallada. Me pregunto si se seguirá escribiendo teatro como se ha solido hacer. ¿Sirven aún las acotaciones? ¿Por qué no un largo texto en verso? ¿O la descripción novelesca? Hay quien escribe ya de otro modo. Sin describir, imaginando e invitando a imaginar. De pronto la voz es un poema. Una atmósfera. Una imagen flotando vagabunda. Lo importante es que no se pueda dejar de mirar, de querer oírla. De querer saber más de ella”.